De la plaza a la cancha: la curiosa Inauguración del estadio del club Estudiantes
El flamante estadio del club Estudiantes permitió la realización en nuestra ciudad del XI Campeonato Argentino de basquetbol.
Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.
El maravilloso estadio del club Estudiantes de nuestra ciudad –Santa Fe 51-- se inauguró en enero de 1939 --con un par de amistosos contra River Plate-- y tuvo su presentación a nivel nacional un mes después, con la disputa del XI Campeonato Argentino de Basquet.
Por entonces estaba descubierto, tenía piso de ladrillo molido --al mejor estilo cancha de tenis-- y los tableros eran de madera. Sin embargo la obra era de las mejores que podían verse en el país y el público acompañó entusiasta cada jornada de aquel torneo, más allá que el seleccionado bahiense, que representó a la provincia de Buenos Aires, perdió en sus tres presentaciones y lejos estuvo de pelear el título.
El partido final, entre Capital Federal –campeón—y Santa Fe reunió 3 mil espectadores y por primera vez en su historial el estadio apareció colmado.
Falta la baranda
Un hecho curioso de este campeonato ocurrió pocas horas antes de iniciarse el mismo, cuando en realizó la reunión de delegados de los 14 equipos participantes para realizar el sorteo de los partidos se hizo una observación que puso en duda el inicio de la competencia: el estadio no estaba en condiciones reglamentarias al no contar con una baranda perimetral que estableciera una separación definida entre el público y los jugadores. “Imprevistamente se presentó un problema que parecía insoluble”, menciona Abel Bournaud en su libro “Bahía Blanca capital del basquetbol argentino”.
Fue entonces que los organizadores tuvieron una idea, para lo cual concurrieron de inmediato al municipio. Recibidos por José María Pérez Bustos, a cargo interinamente del Departamento Ejecutivo, le solicitaron les facilitara todos los bancos de la plaza Rivadavia para que, alineados en los límites de la cancha, cumplieran la función de baranda.
“Las plazas se quedaron sin bancos, pero se salvaron las exigencias y además se brindó comodidad a todas las delegaciones visitantes que, durante los ochos días del certamen, pudieron utilizarlos como asientos especialmente reservados”, detalló Bournaud.
De modo que los cómodos bancos de plaza, con su estructura de hierro y tablillas de madera, aparecen en algunas fotos de aquel torneo, en el caso de la final completamente ocupados por la gente, con lo cual aquella consigna de generar “una separación definitiva” con los jugadores lejos estuvo de ser cumplida.